jueves, 26 de agosto de 2010

De los sabores de Istanbul, (Efes, Cacique, Caré y charla)



Con un despertar algo retardado como es usual en mi ya, me dispongo a hacer el clásico recorrido turístico por Sultanhamet, en medio de un día nublado, algo húmedo y de agradable brisa, posible presagio de lluvia, me dirigí a la mezquita Azul, primera escala en el itinerario. Ala grande, confabulo un fuerte aguacero,estando junto a ella, no teniendo más que refugiarme en su patio interno, allí conocí el placer de estar a recostado sobre el mármol, su suave textura y su baja temperatura lo hace ideal para descansar en un día caluroso, estando allí a recostado y relajado me di el postín de disfrutar la divina arquitectura de la mezquita, sus azulejos, sus cúpulas y toda su paz. Para entrar a la mezquita hay que seguir un protocolo, hacer una cola, quitarse los zapatos y respirar profundo anticipando el asombro, su amplio interior con los techos altísimo, ventanales súper iluminados hacen sentir diminuto e insignificante a la persona con el ego más grande de todos, el caminar descalzo por esas alfombras relaja muchísimo y para aquellos que hablan de que su interior huele a pies lamento defraudarlos al decir que solo huele a humedad producto de las alfombras.


Santa Sofía, creo que era la edificación con las que mas soñaba conocer en mi viaje, dos meses antes de mi viaje todo se relacionaba con ella, mis sueños, mis fantasías, mis lecturas y mis conversaciones y al estar allí parado haciendo la cola para entrar se gestaba en mi cierto dejo de incredibilidad, era así como que “a si ahorita suena el despertador y a trabajar”, pero no el sueño seguí, tenia el ticket en la mano y lo leía en turco, ya eso era más que un sueño, no se hablar turco, aunque mi mente es muy creativa y pudiera inventarlo, pero allí frente a mi estaban, las mas odiosas maquinas de todo mi viaje, las maquinas de torniquete, son esas maquinas en las que pones tu ticket, suenan y te permiten la entrada, esas maquinas no podían ser producto de mi imaginación, eran muy malignas y mezquinas para serlo. Una vez dentro de Santa Sofía me deleite con su aroma, un aroma de milenio y medio de historia, absolutamente todo es hermoso y la cereza sobre el helado resulto siendo los mosaicos del piso superior, donde sale Constantino y Zoe, este particularmente me encanto, en parte por su acabado y en parte por los personajes que lo conforman, adoro la historia de Constantino el grande y la de la emperatriz Zoe me gusta un poco menos pero comparte el nombre con mi adorada hermanita y esa similitud me condiciono a caerme en gracia.


A la salida de Santa Sofia, ya mi desayuno había dejado de ocupar espacio en mi estomago y solo dejo tras de sí un gran vacío, así que me dispuse a comerme un buen almuerzo para celebrar mi estancia. Caminando sin rumbo fijo y sin buscar nada especifico entre en el primer restaurant donde la atención se me hizo amena, al entrar me sentí un poco tonto cuando me mostraron un menú donde todos los platos salían en fotos, al lado su nombre en turco con una descripción en ingles y su costo, yo tenia una cara de indecisión y como buenos turcos me ofrecieron una oferta impelable, por 8 liras me pondrían en un plato una muestra de todo su bufet, una vez probado todo y me decidiera por algo me darían una ración de eso, a la final termine con un plato a desbordar, con un aspecto no muy apetitoso, pero con un aroma increíble, en el había cordero preparado de todas las maneras habidas y por haber, vegetales y el hasta hora desconocido (en comidas saladas) yogurt, reconozco que no era, ni soy ni seré amigo de el, pero durante mi estadía en tierras otomanas me adapte bastante a el, llegando a disfrutarlo, hasta el ayran mi absoluta criptonita llegue a beberlo un día por cortesía y controle hasta el arqueo por vomitar, mis respetos a los amantes de esos sabores, pero soy absolutamente intolerante a ese sabor, por mucho que trate e intente nunca puede asimilarlo, cosa distinta con el yogurt en la comida salada.
Siguiendo las rutas turísticas habituales y viendo lo que todo turista camino y camino y camino, sin hablar con nadie solo camino y miro, una cisterna por acá, un museo por allá y un palacio más acá. En mi visita al Topkapı Sarayı, me percato del culto macabro que acá se rinde al lujo y la opulencia, gemas de todos los tamaños y colores, gemas incrustadas en los objetos mas diversos, fruteros llenos de gemas, hasta sencillamente gemas acaparan la atención y el asombro de todos los turistas, estas gemas están en cuartos oscuros y pesados, donde el aire se siente turbio y estancado, va contra toda lógica querer estar dentro de un habitación así teniendo afuera unos fabulosos jardines, jardines que ganaron mi admiración y disfrute. Observando en detalle el diseño del palacio, descubro que los sultanes no diferían mucho de mi, en lo que a concepto de belleza concierne, a mi parecer el pedido de diseño de palacio de los sultanes fue en el siguiente orden:
Primero: ubicar la colina mas alta, desde la que se obtenga una hermosa vista del Bosforo y el Cuerno de oro.
Segundo: elaborar un jardín de ensueño que asemeje el mismísimo eden.
Tercero: construir en medio de ese jardín un palacio bastante opulento que no perturbe el jardín y tenga vistas sobre los cuerpos acuáticos.


Sencillo como eso, caminando por el palacio no imagine a los sultanes aburridos fumando opio, encerrados en esos cuartos pesados y sentadotes en sus almohadones, los imagine caminando por allí, respirando la delicia verde, y claro una que otra vez mandando a decapitar a alguien o pensando en con cual de las cientos de concubinas estarían esa noche. En resumen a mi parecer lo mejor de este palacio es la vista del Bosforo que se encuentra detrás del restaurante, es magnifica y relajante, sentado allí lo único que lamente fue no tener mi botella de “Cacique” (ron tinto venezolano) y a la chica de mis sueños y pesadillas al lado.


Mis andanzas me llevan de nuevo a Beyoğlu, esta vez con la intención de encontrarme con mi couch Huseyin Gocmez, otro viejo amigo de internet que me brindo muchísima información sobre Turquia y puso a disposición su casa para hospedarme allí el tiempo que deseara, este fue el segundo indicio para mi de la hospitalidad turca. El punto de reunión como siempre fue la plaza Taksin, allí encontré a un caballero vestido de pantalón, camisa, corbata, chaleco y un paragua, ósea el tipo de persona que jamás caminaría a mi lado en las calles, caminamos a uno de los abundantes cafés de Beyoğlu, y a seguir con la cata de cervezas Efes, por unos instantes pensé que no me gustaría la cerveza turca, hasta caí en pánico antes de probarlas, pero en realidad me encantan, tienen un gusto fuerte, pero refrescante, de color oro y una última traza dulce, mezclamos con un poco de chocolate, total nunca se esta demasiado triste para comer chocolate.
Ya en casa de mi amigo, proseguimos la cata, ahora era el turno del ron, le explique los diferentes cocteles que con el se preparan, pero al final concluí con decir que agregarle coca cola a ese ron era un pecado, así que un vaso tradicional de te sirvió para el brindis, a la final desperté delante de un tv plasma gigante con un ps3 y “God of war III”, nada nuevo para mi y muy tradicional por cierto.


Ya mi estancia en Istanbul se ve acortada y mi plan es seguir en la noche a Nevsehir, con la intención de conocer la Capadocia, pero para salir debía anochecer, deje a mi couch en horas de la mañana ya que debía trabajar, ¿Que hacer? Que pregunta tan compleja estando en Istanbul (uso la ironía), luego de mi visita al Otogar me dedique a visitar el Gran Bazar, que a mi parecer es un MegaMall especializado para vender cosas para turistas, di una caminada fugas por el y no capte a primera su encanto, de allí recordé el olor a especias en Eminönü, así que especule que ese seria el Bazar de las especias (vaya capacidad de razonamiento la mía), este otro bazar lo encontré mas autentico y practico, allí podía comprar cosas para comer de una vez, cosas que olían, que se bebían y creo que hasta se inhalaban. La cantidad de colores, olores y texturas acá dentro es asombrosa, los vendedores se esmeran porque captes con todos los sentidos y así tentarte a comprar, cosa que en principio no me habría molestado, solo que aun me quedaban tres semanas y medias de viaje.

Al salir me llamo el puerto al lado del puente Galata, y como soy un hombre de mar no me negué a tomar un paseo por el Bosforo, aunque tengo el extraño habito de que apenas montarme en un barco caigo dormido profundamente, quizás debido a mi rutina a la hora de ir a trabajar, que consiste en embarcarme en una lancha a las 6 am y viajar en ella durante hora y media hasta mi trabajo, y que mejor para prepararse antes del trabajo que llegar fresco como una lechuga. Dormir mientras navego por el Bosforo fue una buena experiencia, de a rato abría los ojos y veía las maravillas en las orilla asiática, otro rato mas veía Dolmabahçe Palace, pero el paisaje que me dejo atónico fue el de la figura de una hermosa griega que venia sentada frente a mi, de una piel color bronceado, unos ojos verdes grandes, labios carnosos, cabellera sedosa y castaña y unas piernas hermosas recubiertas por un delicado terciopelo, fue amor a primera vista, ella me miro y yo la mire, me bloquee no puede hablarle, interpreto mi silencio sonrió y no la volvió a ver mas solo en mis sueños. Esa misma tarde durante mi habitual siesta en una de los tantos jardines de Istanbul me reencontré con ella, por fin pude hablarle con claridad, que sorpresa hablaba español, la bese con vehemencia y demencia, hasta que sonó el despertador de mi celular anunciando mi despedida de la ciudad.


Dejar una ciudad con tanto encanto como Istanbul no es fácil, se piensa que no se encontrara nada mejor en el camino, pero la idea es recorrer Turquía en un mes, ya tendré tiempo de volver a mi Istanbul. Emitir cualquier opinión sobre esta ciudad distinta a que es Hermosa, placentera y mágica seria una blasfemia.

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